martes, 10 de enero de 2012

Rompiendo las barreras: El miedo a la libertad.

Durante la historia del hombre, éste siempre ha necesitado de una guía,  un  método con el que guiarnos o un patrón bajo el que regirnos; en definitiva, un salvavidas al que agarrarnos si lo que intentamos no sale bien. Ese mismo miedo es el que presentan las personas al enfrentarse a la libertad. Esa libertad desconocida, en la que nada está creado, en la que los límites son las barreras que uno mismo pones o los límites de sus propias capacidades; todo depende del atreverse o no seguir un camino: romper las barreras y seguir el camino que uno mismo comienza a andar.
En lo relativo a la creatividad sucede exactamente lo mismo; educacionalmente nos han enseñado unos límites sociales bajo los que vivir y que nos limitan en la manera de actuar o pensar. El fin de estos límites no es el cometido de esta entrada, así que no repararé en ellos, y sí en la consecuencia que ellos tienen: el miedo a sobrepasarlos. Como educacionalmente tenemos unos cánones sobre lo que se debe o no se debe hacer, crear, etc. cuando una persona se atreve a romper esas barreras e ir más allá puede descubrir que los límites no son más que trabas mentales que se ponen para no progresar, y que después de ellos podemos ser libres de crear lo que se nos ocurra de la manera que queramos.  Sin embargo, además de los límites que se nos imponen, personalmente siempre tenemos ese miedo a realizar algo desconocido y novedoso por un simple hecho: el realizar algo que nadie ha hecho y que por tanto, no podemos tener una guía sobre la que actuar, nos lleva a que si fallamos en nuestro intento podemos toparnos con la derrota, y éste, es uno de los mayores miedos y en mi opinión, la mayor barrera que tenemos: el miedo a fracasar.
No obstante, siempre hay gente decidida a triunfar cueste lo que cuesta. Un ejemplo claro y conciso puede ser un invento que aunque parezca tonto revolucionó todo un mercado:
Un empresario decidió invertir en fabricar caramelos, y sin embargo, tuvo en cuenta dos aspectos: El público principal de dichas golosinas son los niños; y éstos, siempre suelen sacarse los caramelos de la boca; así que decidió saltarse el pequeño límite que había con los caramelos para añadirle un palo para poder agarrarlo. Esta innovación no solo funcionó, sino que además revolucionó todo el mercado convirtiendo dicho producto en un éxito absoluto.
Como este objeto creativo puede haber muchos, y todos ellos surgieron del mismo empeño de ir más allá de donde está establecido y andar un camino aún no andado. Y el herrar en alguno de nuestros intentos no quiere decir que vayamos a fracasar, sino que con ese método no conseguiremos el fin que queremos, así que necesitamos otro enfoque.  La tenacidad, la confianza y un fin es todo lo que se necesita.  Thomas Alba Edison, quien inventó la bombilla dijo después de haberlo conseguido acerca de sus fallos anteriores: “No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”

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